Ajardinar el abismo

¿Cómo serían nuestros barrios y pueblos si hubiésemos logrado realizar una transición agroecológica? ¿Cómo sería un sistema alimentario ajustado a los límites ecológicos con criterios de justicia social y democracia?

Para dar respuesta a estas sugerentes preguntas se reunieron varias decenas de personas en el eje ‘Desde el campo hasta el consumo’, del último encuentro de Idearia, que tuvo lugar en Madrid en junio de 2022, eje que tenía como objetivo crear un espacio de intercambio entre los distintos agentes del sector alimentario agroecológico para explorar posibles colaboraciones, pensar sobre alianzas para transformar el sistema alimentario hacia la agroecología y la soberanía alimentaria, y compartir recursos y multiplicar fuerzas.

Con estas preguntas se les invitó a las personas participantes a situarse en un futuro IV Congreso Biorregional Ibérico que se celebraría en el año 2042, para reflexionar sobre los avances y dificultades en la transformación del sistema alimentario. Donde realizamos el taller ‘Ecotopías alimentarias’. El resultado de este trabajo colectivo es el presente documento, un relato de ficción realizado por Jose Luis Fernández Casadevante, Kois, e ilustrado por Irene Cuesta, inspirado en el trabajo realizado en el taller. Además se recogen los testimonios elaborados por las personas participantes y los materiales, anécdotas y noticias producidas en los grupos de trabajo.

Un cuento ilustrado donde se narran las aventuras de una pareja de historiadoras que acuden a levante, buscando a un esquivo colectivo activista, que jugó un papel muy significativo durante los años más convulsos del cambio. La persecución de un fantasma en medio de pueblos rehabitados y revitalizados mediante cooperativas agrarias, museos del éxodo urbano, ciudades renaturalizadas, procesos de reasilvestramiento, centros logísticos alternativos, experiencias de agricultura en la ciudad, supermercados cooperativos, comedores colectivos autogestionados, fiestas populares, coleccionistas de monedas locales, conflictos generacionales…

Una historia que nos regalamos y que compartimos con todo el mundo como una simpática fórmula para iniciar conversaciones, abrir discusiones, seducir a gente y estimular que se repliquen este tipo de iniciativas. Ahora que se habla tanto de entornos creativos en la empresa, probablemente necesitemos lo mismo en los movimientos sociales, dotarnos de tiempo, espacios y metodologías para soñar juntos.

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Entrevistamos a Carolyn Steel, autora de «Ciudades Hambrientas»

Entrevista publicada en CTXT

Carolyn Steel (Londres, 1959) estudió arquitectura, pero pronto descubrió que su interés  no tenía que ver solo con los edificios, sino más bien “con cómo nos relacionamos con ellos”. Por ello, lleva años investigando la vida interior de las ciudades y tratando de desarrollar un enfoque del diseño urbano que tenga en cuenta las rutinas que dan forma a las urbes y la manera en que las habitamos.

En su búsqueda esta escritora y profesora –ha dirigido estudios de diseño en la London School of Economics, la London Metropolitan University y la Universidad de Cambridge– se preguntó un día cómo sería describir una ciudad desde el prisma de la comida. Y de esa interrogante nació Ciudades Hambrientas. Cómo el alimento moldea nuestras vidas, el libro que acaba de publicar en castellano Capitan Swing. Una obra que ella describe como su gran educación, la que cambió por completo la forma en que veía el mundo, la que le dió una mirada en la que la alimentación es central. “La comida da forma a todo y la manera en que comemos afecta a personas, animales, paisajes y ecosistemas que, a menudo, están a miles de kilómetros de distancia y son invisibles para nosotros”, es uno de sus credos.

Hoy la alimentación forma parte del debate público. La defensa de los espacios agrarios periurbanos, el crecimiento exponencial de la agricultura urbana, la proliferación de cooperativas de consumo agroecológicas, el aumento de los mercados de productores locales, la revalorización de los mercados de abastos y otras formas de expresión de los vínculos entre ciudad y alimentación no son fruto de una moda, sino el síntoma más visible de una disputa cultural, política y urbanística. Hace una década, cuando escribió Ciudades Hambrientas, esto no era así. ¿Qué le llevó a preocuparse por  los vínculos entre urbanismo y alimentación?

Es un poco como si me pidieran que explicara la historia de mi vida, así que aquí va: aproximadamente desde los ocho años quise ser arquitecta. Estudié arquitectura en la Universidad de Cambridge, y casi de inmediato, me di cuenta de que mi interés por la arquitectura no tenía que ver solo con los edificios, sino más bien con cómo nos relacionamos con ellos. Quería saber cómo se habitaban los edificios, cómo las personas vivían y se movían en ellos, cómo y dónde se realizaban actividades cotidianas como trabajar, socializar, comer, lavarse y dormir. Me sentía atraída por la separación entre lo público y lo privado dentro de los edificios y las formas en las que se entrelazaba.

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¿Sueñan las ciudades con huertas eléctricas? Granjas verticales, agricultura urbana y transiciones alimentarias

Artículo publicado en Revista Soberanía Alimentaria

La urbanista Carolyn Steel suele afirmar que, al igual que las personas, las ciudades son lo que comen. La profundidad de esta sencilla afirmación se desarrolla en su libro Ciudades hambrientas. Cómo la alimentación condiciona nuestras vidas (Capitán Swing, 2020), en el que rastrea la historia de las relaciones entre ciudad y alimentación, siguiendo a la comida desde que se produce hasta que llega a la ciudad, se comercializa, se prepara, se consume y deja de considerarse un alimento. De esta forma, se va visibilizando cómo la manera en que nos alimentamos ha condicionado la tipología de las viviendas, la morfología de las ciudades y hasta nuestra forma de habitarlas.

La ciudad es una memoria organizada, afirmaba la filósofa Hannah Arendt y, por tanto, hay que tener la sensibilidad, la paciencia y la capacidad para poder interpretarla. Lo podemos hacer gracias a planos y fotografías históricas, cuadros y novelas; al mismo soporte construido, con el trazado de las calles, la estructura de los espacios verdes o el origen del patrimonio edificado; y también gracias a elementos inmateriales como el folclore, las fiestas populares, la toponimia de algunas calles y plazas, la gastronomía tradicional… Son diversas huellas que nos permiten desvelar los cambios operados en el sistema alimentario y en las culturas alimentarias sobre las que se sostienen.

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Ciudades hambrientas y urbanismo alimentario

Artículo publicado en EL DIARIO

El hambre ha vuelto a ser visible en nuestros entornos urbanos, y en muchos casos están siendo las despensas comunitarias y las redes de ayuda mutua vecinal quienes de forma ejemplarizante están garantizando el derecho a la alimentación ante la lentitud y pasividad institucional. En este artículo, mirando más allá de la evidente urgencia social y de la emergencia de respuestas a la misma que se está dando, queremos apuntar algunas reflexiones sobre la necesidad de repensar las relaciones entre urbanismo y alimentación a medio plazo. Si miramos a la ciudad con una perspectiva histórica, advertimos los sucesivos cambios tecnológicos, culturales y normativos que han sido necesarios para responder a las necesidades y reclamaciones de la población, asegurando una organización urbana suficientemente equilibrada para evitar un colapso o una Revuelta. En cada época el encaje de estas piezas ha definido las prioridades y valores de la sociedad.

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Comunidades sostenibles y agricultura urbana en tiempos de COVID19

Aprovechando el Día Europeo de las Comunidades Sostenibles desde la cooperativa Garúa hemos realizado unos encuentros on line. Aquí os comparto el video donde realizo un pequeño balance histórico, doy algunas claves para usar la agricultura urbana como una herramienta de dinamización comunitaria y resiliencia sociourbanística, así como el nuevo boom global al que se está dando tras la pandemia derivada de la COVID19.

Resiliencia urbana, MARES y marejadas

Artículo publicado en EL DIARIO:

La ficticia independencia de las ciudades frente a los ecosistemas naturales en los que se sustentan, convierte los sistemas urbanos en los más vulnerables ante factores altamente desestabilizadores como la emergencia climática, la crisis energética o las consecuencias territoriales de la crisis socioeconómica (hiperespecialización productiva en sector servicios y turismo, segregación espacial, deterioro de servicios públicos, exclusión social, cambios demográficos…). Una fragilidad incómoda que suele ignorarse y que en entornos altamente artificializados no se percibe con facilidad.

Ante esta situación, se ha ido haciendo hueco la noción de resiliencia, entendida como la capacidad de adaptación y reorganización de un sistema ante perturbaciones y cambios severos, desarrollando nuevos modos de organización. Un concepto que proviene de la física de materiales y que mide la capacidad para sufrir presiones y volver a su estado original, como un muelle; que ha pasado por la psicología para analizar la capacidad de las personas para rehacerse a traumas y catástrofes; hasta llegar a usarse por la biología para hablar del funcionamiento de los ecosistemas ante fenómenos disruptivos o más recientemente por el urbanismo para pensar la inaplazable transformación de ciudades y ciudadanías. Sigue leyendo

Supermercados cooperativos: gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias

Artículo publicado en EL DIARIO.

Corría el año 1890 nacía Aglomeración Cooperativa Madrileña, la cooperativa de consumo pionera de la ciudad. Una fórmula para satisfacer las necesidades alimentarias de las clases populares en mejores condiciones de las que ofrecía el mercado, un experimento de otras relaciones de producción y consumo, que a la vez servía para difundir el ideario socialista.

Esta iniciativa evolucionó y sirvió de germen para la Cooperativa Socialista Madrileña fundada en 1907, que agrupaba cinco tiendas de comestibles, una zapatería, un despacho de vinos, dos bodegas y una tienda de objetos de escritorio. Miles de cooperativistas de consumo y una plantilla de 32 personas empleadas sostenían esta iniciativa, que seguiría viva hasta la guerra civil. Una experiencia asociativa ligada a la emblemática nueva Casa del Pueblo construida en un antiguo palacio comprado por la UGT, y que llegaría contar con más de 100.000 persona afiliadas, cerca de un décimo de la población madrileña de la época.

Durante la II República se habían popularizado por todas las zonas industriales de nuestra geografía las cooperativas de consumo, pensemos que solo en Barcelona había unas sesenta iniciativas. El franquismo intentó replicar el modelo mediante los economatos laborales ligados a las grandes empresas del Instituto Nacional de Industria, pero fracasó, en buena medida por la falta de protagonismo de la gente y la ausencia de democracia interna. Las cooperativas de consumo resurgieron tímidamente a finales de los años cincuenta, manteniendo el objetivo de garantizar el acceso a alimentos para una clase obrera empobrecida, a la vez que ofrecían una experiencia asociativa relativamente autónoma en plena dictadura. Sigue leyendo

Movimientos sociales y ayuntamientos: aprendizajes del trabajo conjunto.

Artículo publicado en la Revista Soberanía Alimentaria 34, escrito por Nerea Morán junto a Isabel Vara Sánchez, Lidia García García, David Gallar Hernández y Ana Moragues Faus.

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En los cuatro años transcurridos desde las últimas elecciones, las políticas alimentarias han irrumpido en la agenda de numerosos ayuntamientos del Estado, como respuesta a la demanda de los movimientos sociales y en el contexto global favorable que ha supuesto el Pacto de política alimentaria urbana de Milán. Con anterioridad a las elecciones municipales de 2015, los movimientos sociales agroecológicos propusieron una hoja de ruta para los gobiernos municipales, recogida en documentos como la «Carta por una soberanía alimentaria desde nuestros municipios» (elaborada en el Congreso Internacional de Economía Social y Solidaria de Zaragoza en 2014) y otros más locales. Se trata de demandas y propuestas claras que surgen de una larga trayectoria en el trabajo en torno a la soberanía alimentaria por parte de entidades de la sociedad civil, en ocasiones reunidas en espacios de articulación.

Numerosas ciudades europeas habían adoptado ya políticas en este sentido, pero en nuestra geografía se puede destacar la centralidad del enfoque agroecológico en el proceso, debido al protagonismo de las organizaciones de la sociedad civil y al apoyo de las candidaturas municipalistas. De esta forma, se han abierto espacios que pretenden coproducir políticas públicas en los que las organizaciones de la sociedad civil están trabajando junto a personal técnico y político de los ayuntamientos en la definición y desarrollo de estrategias y proyectos agroalimentarios. Sigue leyendo

Experimentando otras economías. Una panorámica de las prácticas alternativas de consumo.

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Texto publicado en la Revista PAPELES

Durante la época más temprana de mi vida me tranquilizaban diciéndome que el nuestro era el país más rico del mundo, hasta que descubrí que lo que yo entendía por riqueza era el aprendizaje y la belleza, la música y el arte, el café y las tortillas; quizás en los días de pobreza que se avecinan haya más de todo esto…”. W. R. Lethaby.

La experiencia histórica nos sugiere que los regimenes pueden sufrir cambios radicales, y cuando la transformación sucede tiende a empezar en y desde una red de organizaciones, tecnologías y usuarios pioneros que formaban un nicho en los márgenes del sistema mayoritario”. G. Seyfang. Y A. Smith.

La crisis económica ha trastocado el imaginario hegemónico de la sociedad de consumo y por sus grietas han ido ganando visibilidad una amplia constelación de prácticas alternativas. Este texto nos ofrece una panorámica de las principales dinámicas, apunta las resonancias que sedan entre ellas y apunta las potencialidades que encierran de cara al futuro.

Profundizar la descolonización del imaginario de la sociedad de consumo.

Todo orden social busca proyectarse en el tiempo, que su continuidad sea percibida como una obviedad sobre la que resulta superfluo interrogarse. La cultura en la que nos socializamos sustenta las relaciones sociales dominantes al naturalizarlas, al producir consensos que devienen certezas. Los hábitos, los valores, las expectativas o los estilos de vida se encuentran mediados por esta inercia cultural heredada de la sociedad de consumo y de varias décadas de neoliberalismo.

Individualismo exacerbado, fragilidad de los vínculos sociales o territoriales, búsqueda del interés personal a partir de la competencia, bienestar sustentado en la inmediatez y el cortoplazismo, disociación entre nuestros actos y las consecuencias que se derivan de los mismos, interiorizar el mercado y el dinero como mediadores necesarios para satisfacer nuestras necesidades, normalizar las desigualdades sociales, disponer de una noción de solidaridad restringida a grupos primarios… conforman el sustrato cultural hegemónico en el que nos hemos socializado. Un imaginario cuyos relatos sobre la crisis minimizan el artificio humano del sistema socioeconómico, presentándola de forma que sus metáforas la naturalicen (tsunami, huracán financiero, tormenta perfecta, sequía crediticia…) o como una mala enfermedad que nos toca padecer (activos tóxicos, contagios, metástasis…)1.

Una retórica unidimensional de la crisis que invisibiliza su carácter civilizatorio al ignorar y desconectar la crisis económica de otros factores como el Pico del Petróleo, el cambio climático, el desborde de la biocapacidad del planeta, la erosión de los sistemas democráticos o la crisis de cuidados. El exceso de ideología que ciega los diagnósticos sobre la crisis ha encontrado su traducción práctica en las políticas de austeridad (privatizaciones, precarización, desmontaje de los servicios públicos y los sistemas de protección social, desregulación del derecho laboral…), que en un acelerado proceso de empobrecimiento colectivo nos encaminan hacia sociedades de consumo de baja intensidad. Una reducción forzada y no intencional del sobreconsumo que deviene especialmente frustrante debido a una ausencia significativa de imaginarios alternativos. Sigue leyendo

Cultivating commons in the heart of the city. Madrid community gardens against austerity urbanism.

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En abril de 2018 participábamos en el seminario internacional Polanyi organizado por la red europea EMES, especializada en la investiación sobre economía social y solidaria. Allí presentamos una ponencia sobre el urbanismo de la austeridad y los huertos comunitarios en Madrid:
Our societies are at a critical juncture, the multidimensional crisis that they are going through leads them to initiate ecosocial transitions. Faced with this complex and difficult task, the idea of the commons has reappeared with force. A notion that has gained presence in philosophical, economic or legal debates (Negri, Ostrom, Federici, Mattei, Bollier, Bauwens, Mies, Laville, Stavrides, Laval y Dardot…); it has been used especially to denounce privatization processes or «new enclosures» and to name the alternative practices that are building alternative realities.
In the Southern European cities the austerity urbanism (Peck, 2012) is being confronted by an alternative social practices ecosystem inspired by the commons logic. In Madrid community gardens can be highlighted as an initiatives that have gone from illegality to the coproduction of public policies, linking social movements reclaims and municipalism.
Enlace al texto: AQUÍ.