Tener muy presente el futuro urbano alternativo

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Publicado en Revista Soberanía Alimentaria

Este texto es un encargo de la Oficina de Imaginación Cívica, con la intención de que compartamos algunas reflexiones sobre las vertiginosas transformaciones vividas en la ciudad durante las últimas décadas. Una carta que formará parte de la próxima cápsula del tiempo, destinada a salvaguardar recuerdos y objetos de esta época, que se enterrará en la ceremonia de inauguración del Ecomuseo de la Ciudad, el próximo 28 de noviembre de 2060.

Somos la generación que vio expandirse y contraerse el mundo urbano. Quienes conocieron el divorcio con el campo y tuvieron que ruralizar la ciudad para alimentarse, quienes derrocharon recursos y energía para terminar aprendiendo a vivir del sol, quienes vieron crecer rascacielos y urbanizaciones e hicieron habitables sus ruinas, quienes entregaron las calles al coche y tuvieron que recuperarlas paso a paso, quienes miraban las luces de neón y volvieron a ver brillar las estrellas.

Queremos aprovechar esta oportunidad para hacer balance y memoria, estableciendo un diálogo con las próximas generaciones que heredarán nuestra ciudad. Una forma de ganarnos su complicidad y de que entiendan cómo disfrutamos y sufrimos, reímos y lloramos, construimos y destruimos el lugar donde habitan.

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En defensa de los oasis urbanos

Artículo publicado en EL DIARIO

Los oasis son uno de los ecosistemas más frágiles que existen en el planeta, burbujas de vida rodeadas de hostiles desiertos. La palabra proviene del egipcio y quiere decir lugar fértil, haciendo referencia a las porciones más o menos extensas de terrenos verdes regados por una surgencia en medio de las arenas. Además de ofrecer agua y espacios de cultivo a quienes habitan en sus proximidades, sirven para abastecer a las caravanas que atraviesan los mares de dunas. Localizaciones imprescindibles para que la vida pueda reproducirse en entornos hostiles.

Los oasis han sido considerados lugares sagrados, que debían protegerse y cuidarse mediante estrictas reglas de mantenimiento de forma que se garantizara su continuidad en el tiempo. Espacios de acogida, proclives a tejer complicidades, estimular la cooperación y pacificar las relaciones. Escenarios donde las hostilidades y las batallas estaban vetadas, el riesgo de contaminar o malograr un pozo era demasiado alto.

El desierto se hace habitable y transitable por su existencia, son lugares donde reponer fuerzas y tejer alianzas para hacer frente a las adversidades. Algo similar le pasa a las ciudades, aunque en este caso los oasis no preexisten sino que deben construirse. Para ello es necesario desarrollar una artesanía institucional capaz de generar lugares que promuevan el contacto entre diferentes, las dinámicas comunitarias de ayuda mutua, la colaboración vecinal mediante el establecimiento de relaciones cara a cara o la renaturalización de zonas grises. Iniciativas capaces de transformar la vida de las personas implicadas y simultáneamente promover cambios radicales a pequeña escala.

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Refugios climáticos, soluciones colectivas y salud pública

Artículo publicado en EL DIARIO

Las últimas olas de calor nos dejan dos certezas, la primera es que necesitamos protegernos de estos fenómenos extremos que cada vez serán más recurrentes y agresivos, la segunda es que habilitar refugios individuales resulta inviable económica, energética y ambientalmente. Mientras el mercado se encargará de lucrarse refrescando a los privilegiados, lo público debería ejercer de salvaguarda colectiva del derecho a la salud.

Uno de los padres de la bioeconomía, Georgescu Roegen, afirmaba que la base de una acción ecologista se basaba en minimizar los remordimientos futuros. Hacer lo que sabemos que debemos hacer, decir lo que sabemos que toca decir. La adaptación de las ciudades a estos fenómenos meteorológicos extremos pasa, en el corto plazo, por desplegar una red de refugios climáticos, capaz de hacerse cargo del conjunto de la población durante las situaciones de emergencia. Y en el largo plazo, por renaturalizar el espacio urbano para mitigar el efecto isla de calor que provoca la concentración de asfalto y de materiales pétreos que retienen la temperatura.

Los refugios climáticos nos recuerdan que ante la crisis ecosocial colectivizar la satisfacción de nuestras necesidades va a tornarse un imperativo. A corto plazo nos toca actuar como las amebas, esos seres unicelulares que se comportan como tales mientras el ambiente se lo permite; pero si las circunstancias cambian y el entorno se vuelve hostil, tienen la capacidad de unirse y conformar un ser pluricelular que les permite sobrevivir, al funcionar consumiendo menos energía y recursos. En el caso de nuestras sociedades, esto pasa por asumir la nueva centralidad de la que deben disfrutar los equipamientos colectivos, entendidos como las únicas infraestructuras que pueden permitirnos descender el consumo de recursos y minimizar los impactos ambientales, a la vez que mantenemos calidad de vida. Ante situaciones de crisis se comportan como una navaja multiusos que de forma versátil puede resolver distintos problemas, haciéndose cargo de imprevistos y necesidades emergentes.

Barcelona sería una de las grandes urbes que está tratando de anticiparse, planificando intervenciones integrales como una red pública de doscientos refugios climáticos que se encuentran repartidos por toda la ciudad. Estos son diferentes equipamientos municipales y espacios públicos (bibliotecas, equipamientos de proximidad en los barrios y distritos de la ciudad, centros deportivos municipales, parques y jardines, escuelas y museos) que tienen otros usos pero podrán activarse como refugio de las altas temperaturas, especialmente para personas vulnerables al calor (bebés, mayores, enfermos crónicos, personas con menos recursos…). Esta iniciativa arrancó hace un par de años y ha ido evolucionando, incorporando un número creciente de equipamientos. Actualmente el 95% de la ciudadanía de Barcelona tiene uno de estos refugios a menos de diez minutos andando desde su casa, y el objetivo es que dentro de unos años lo tengan a menos de cinco minutos.

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Ayuda mutua, anticipación y crisis por venir

Artículo publicado en EL DIARIO

La incapacidad para recordar información tras una experiencia traumática se denomina amnesia disociativa. Resulta frecuente que suceda para facilitar el olvido de sucesos especialmente negativos. Lo llamativo de nuestra sociedad es que también tiene tendencia a sepultar aquellos episodios que deberían ser fuente de orgullo, inspiración y esperanza para cambiar las cosas. Las urgencias, lo coyuntural y la tiranía de la actualidad dificultan la elaboración de una memoria significativa de acontecimientos, como pudo ser el surgimiento de las redes vecinales de ayuda mutua durante la pandemia.

La ayuda mutua fue teorizada por el geógrafo anarquista ruso Kropotkin, que asumiendo los postulados de Darwin denunció el biologicismo simplista impulsado por muchos de sus seguidores, que restringían la lucha por la vida a la competencia y la pervivencia de los más fuertes o mejor adaptados. Una visión ante la cual desarrolló la noción del apoyo mutuo, que reconocía en la sociabilidad una ley de la naturaleza del mismo rango que la competencia. La cooperación, la interdependencia y el cuidado serían el principal factor de la evolución en la naturaleza y por extensión de los sistemas sociales.

La figura de Kropotkin ha sido injustamente menospreciada por la historiografía y la sociología, suele desconocerse que fue el autor más influyente en nuestra geografía a principios del siglo XX y que La conquista del pan fue el libro de ensayo más editado en la España de la época. Tal vez sea solo otro olvido.

Ante la aguda y acelerada crisis social derivada de la pandemia, la ayuda mutua emergió como la fórmula que servía para nombrar y explicar la oleada de iniciativas solidarias que tomaron cuerpo en barrios y pueblos. Centenares de redes vecinales se volcaron en organizar despensas comunitarias, donar o prestar dispositivos tecnológicos para atender a las clases on-line de los colegios, montar roperos solidarios, evitar el aislamiento, apoyar emocionalmente a personas afectadas por la soledad no deseada, pasear mascotas, apoyar en trámites administrativos, asesorar legalmente, orientar laboralmente o denunciar incumplimientos en materia de derechos sociales.

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Las ciudades frente a la crisis ecológica

Un informe de Ecologistas en Acción elaborado por Nerea Morán. El documento muestra las potencialidades de los procesos de renaturalización para reverdecer y ecologizar nuestras ciudades. Además el informe recoge una amlia serie de exitosas experiencias: agricultura urbana, azoteas verdes, alcorques y jardinería vecinal, bosques urbanos, renaturalización de ríos…

La renaturalización urbana desde una óptica ecosocial se propone como una estrategia para incrementar la resiliencia de las ciudades cumpliendo múltiples funciones sociales y ambientales, dentro de un modelo decrecentista, que permita transitar hacia nuevos sistemas de funcionamiento integrados en la naturaleza.

El informe puede descargarse: AQUÍ

Cultivar la esperanza ante el urbanismo fósil

Artículo publicado en EL DIARIO

Al terminar la Segunda Guerra Mundial hubo centenares de soldados japoneses que tras la rendición oficial siguieron combatiendo en las islas del Pacífico, primero contra las fuerzas aliadas y posteriormente contra la policía local. Mantuvieron las hostilidades durante años, y hasta décadas, a pesar de que se lanzaban octavillas desde aviones o se les mandaban mensajes por megafonía. Al perder la comunicación y no haber recibido una orden directa de sus superiores, no se fiaban de nadie.

Ya fuese por fanatismo o por miedo al deshonor, estos rezagados seguían luchando sin querer asumir o creer que habían perdido la guerra. Muchos se negaban a aceptar un resultado que no era cuestionable u opinable. Siempre que pienso en el urbanismo de Madrid se me vienen estos rezagados a la cabeza, veo a sus principales responsables defendiendo de forma vehemente un modelo de ciudad fracasado. No son los únicos, pero probablemente sean los más aplicados. Publicidad

Un modelo guiado por la promoción de nuevos desarrollos y grandes operaciones, junto al olvido de la ciudad consolidada y la desatención de la escala humana; que mira desde el centro y olvida la periferia, profundizando sus desequilibrios territoriales; que se inspira en la empresarialización y la colaboración con el sector privado a la vez que desprecia la cooperación público-comunitaria y la actividad de los tejidos sociales; que defiende al coche a ultranza y descuida al transporte público, y las infraestructuras ciclistas o peatonales. Un urbanismo insensible y hostil hacia los grupos vulnerables, especialmente hacia una infancia que parece sobrar en el espacio público.

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Video: Un impulso utópico frente a la crisis ecosocial ¿Qué cultura necesita la generación de la emergencia climática?

En noviembre de 2020 se celebraba el XVII Seminario Respuestas desde la Comunicación y la Educación Ambiental al Cambio Climático coordinado desde el Centro Nacional de Educación ambiental CENEAM. Participamos con una ponencia titulada ¿Qué cultura necesita la generación de la emergencia climática? en ella reflexionamos sobre nuestro imaginario se ha ido poblando de imágenes negativas, distópicas y apocalípticas sobre el futuro. Y la importancia estratégica de elaborar relatos e imágenes de futuros alternativos, que alimenten nuestra esperanza y refuercen una determinada voluntad de transformación.

Además recomendar el conjunto de materiales y ponencias del seminario, que puuden encontrarse AQUÍ

Entrevistamos a Carolyn Steel, autora de «Ciudades Hambrientas»

Entrevista publicada en CTXT

Carolyn Steel (Londres, 1959) estudió arquitectura, pero pronto descubrió que su interés  no tenía que ver solo con los edificios, sino más bien “con cómo nos relacionamos con ellos”. Por ello, lleva años investigando la vida interior de las ciudades y tratando de desarrollar un enfoque del diseño urbano que tenga en cuenta las rutinas que dan forma a las urbes y la manera en que las habitamos.

En su búsqueda esta escritora y profesora –ha dirigido estudios de diseño en la London School of Economics, la London Metropolitan University y la Universidad de Cambridge– se preguntó un día cómo sería describir una ciudad desde el prisma de la comida. Y de esa interrogante nació Ciudades Hambrientas. Cómo el alimento moldea nuestras vidas, el libro que acaba de publicar en castellano Capitan Swing. Una obra que ella describe como su gran educación, la que cambió por completo la forma en que veía el mundo, la que le dió una mirada en la que la alimentación es central. “La comida da forma a todo y la manera en que comemos afecta a personas, animales, paisajes y ecosistemas que, a menudo, están a miles de kilómetros de distancia y son invisibles para nosotros”, es uno de sus credos.

Hoy la alimentación forma parte del debate público. La defensa de los espacios agrarios periurbanos, el crecimiento exponencial de la agricultura urbana, la proliferación de cooperativas de consumo agroecológicas, el aumento de los mercados de productores locales, la revalorización de los mercados de abastos y otras formas de expresión de los vínculos entre ciudad y alimentación no son fruto de una moda, sino el síntoma más visible de una disputa cultural, política y urbanística. Hace una década, cuando escribió Ciudades Hambrientas, esto no era así. ¿Qué le llevó a preocuparse por  los vínculos entre urbanismo y alimentación?

Es un poco como si me pidieran que explicara la historia de mi vida, así que aquí va: aproximadamente desde los ocho años quise ser arquitecta. Estudié arquitectura en la Universidad de Cambridge, y casi de inmediato, me di cuenta de que mi interés por la arquitectura no tenía que ver solo con los edificios, sino más bien con cómo nos relacionamos con ellos. Quería saber cómo se habitaban los edificios, cómo las personas vivían y se movían en ellos, cómo y dónde se realizaban actividades cotidianas como trabajar, socializar, comer, lavarse y dormir. Me sentía atraída por la separación entre lo público y lo privado dentro de los edificios y las formas en las que se entrelazaba.

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COVID-19 y la otra primavera silenciosa

Articulo publicado en EL DIARIO

El nacimiento formal del ecologismo suele fecharse simbólicamente en el año 1962, cuando la bióloga Rachel Carson escribió Primavera silenciosa , donde se alertaba de los peligros del DDT para la biodiversidad y la salud humana. El título aludía especialmente a la pérdida de aves por comer insectos contaminados, y el silencio que dejaba su ausencia en los campos. La publicación del libro inspiró una enorme movilización social, que logró que el Departamento de Agricultura revisara su política sobre pesticidas y el DDT fuera prohibido por la legislación de los EEUU.

A raíz de la emergencia sociosanitaria de la COVID-19 hemos vivido otra primavera silenciosa, donde se ha callado el ruido que hacemos los humanos. El estado de alarma y el confinamiento global han mantenido apagados los motores de millones de coches; se ha paralizado la actividad de cientos de miles de fábricas; aviones y cruceros se han quedado en tierra, las personas permanecemos recluidas en las casas, el consumo de objetos superfluos ha descendido significativamente… Sigue leyendo

¡Hasta la victoria, siembre!

 

Texto publicado en la revista CTXT

Imagina que las reservas de semillas para cultivar alimentos se han agotado porque mucha gente está montando espacios de cultivo en casa, que miles de agricultores urbanos están coordinándose mediante Internet para acompañar a toda una nueva oleada de hortelanos, que parte de los parques urbanos se destina a semilleros para que la población cultive alimentos, que aumenta exponencialmente la demanda de parcelas en las ciudades y municipios, que los huertos urbanos son concebidos como un servicio esencial y sus cosechas se derivan a la población más vulnerable, que las comunidades locales que los cultivan se suman a las redes vecinales de ayuda mutua… ¿Y si todo esto ya estuviera sucediendo pero resultara imperceptible?

La pandemia global y la agricultura urbana

En esta crisis los huertos urbanos han sido considerados servicios esenciales en muchos países, debido a que en muchos de ellos existe una tradición hortícola que, con altibajos, tiene más de un siglo de historia y, sobre todo, a que a lo largo del tiempo han demostrado su utilidad para garantizar la seguridad alimentaria de determinados grupos de población en contextos de crisis. De esta forma se está permitiendo el acceso siguiendo una normativa de uso adaptada al confinamiento, que  implica llevar mascarillas y guantes y limitar la presencia simultánea de personas para asegurar que se mantienen las distancias de seguridad. La principal justificación para que distintas autoridades políticas tomen estas decisiones se basa en el papel de complemento alimentario esencial que suponen para muchas familias vulnerables, así como el papel estratégico que pueden jugar en los próximos meses.

En ciudades canadienses como Victoria, el propio ayuntamiento ha reorganizado la actividad de los viveros y jardineros municipales para que se dé prioridad al cultivo de verduras de cara al verano.Un 20% de los recursos de departamento municipal de parques y jardines se han reorientado a lanzar una campaña para animar a la gente a cultivar alimentos en los jardines y azoteas, y muchos parques públicos se han reconvertido en espacios de cultivo de plantones que se regalarán a la ciudadanía a tales efectos. Una acción que se acompañará de la elaboración de manuales y tutoriales en video para jóvenes, adolescentes y adultos. El alcalde, preguntado por estas medidas, declaró que son “medidas extraordinarias para tiempos extraordinarios”. En otras ciudades, como Ottawa, los huertos comunitarios se han organizados para donar la producción al sistema de distribución de alimentos de emergencia. Sigue leyendo